Continuando con la idiosincrasia
de mi tierra adoptiva, hoy voy a ahondar en la historia de la región del vino por antonomasia. Porque
Castilla-La Mancha es la comunidad
autónoma líder en producción de este codiciado líquido.
La cultura vitivinícola
se remonta a la era de los griegos,
que introdujeron las vides y su cultivo de forma no permanente desde alrededor del siglo VIII a.C., según narran las obras clásicas de Homero o
Hesíodo, entre otros. De aquellas primeras cepas llegadas por medio de las
incursiones realizadas a través de la desembocadura
del Ebro, nos quedan los vestigios arqueológicos hallados hasta
la fecha por tierras aragonesas (especialmente ánforas), que así lo atestiguan.
No obstante, fueron los fenicios
los que expandirían la actividad viticultora de forma consolidada a través de multitud
de países mediterráneos entre los
que, por supuesto, se encontraba España, difundiendo
sus conocimientos e introduciendo
diversas cepas aptas para la producción internacional y el comercio de
la época.
No será hasta el siglo III a.C., hacia el año 206, en que Roma inicie la conquista Bética en busca de yacimientos mineros para explotar la riqueza de los pozos de Hispania, cuando se desarrolle un
profuso análisis del cultivo del vino, y así queda constatado en tratados como De re rustica de Lucio Moderato Columela.
El estudio agronómico,
parcela de varones desde tiempos inmemoriales, encuentra su punto de inflexión
con la irrupción de una mujer en las postrimerías de la década de los años 30
del siglo pasado.
Y es que en la actualidad, según el Observatorio
de la Ingeniería en España, la ingeniería
agrónoma destaca como la rama de la ingeniería con mayor presencia de
mujeres en nuestro país, alcanzando el 34
por ciento de los egresados totales en España. Esto supone
un aumento considerable respecto al
20 por ciento que representan las mujeres en el resto de ingenierías. ¿Y quién fue la precursora de todas ellas? Isabel Torán Carré.
Finalizada la guerra civil, en 1939, esta mujer obtuvo su título haciendo historia para las mujeres en España.
Hija de un ingeniero de caminos, Dámaso Torán Garzarán, poco
sabemos de su biografía, apenas unas breves
pinceladas que la describen como una mujer culta,
curiosa, apasionada por su trabajo y hondamente discreta.
Madrileña de nacimiento y de vida longeva (1914-2007), esta joven de orígenes turolenses parece que pronto se vio animada por la tradición familiar de varios miembros que ejercían la ingeniería de caminos, orientándose su interés hacia la ciencia.
Dicen sus
coetáneos que siempre fue una alumna
aplicada y con un enfoque novedoso; ya que pretendía que el papel de la mujer fuera diferente al del hombre, sin imitar a este dentro de la cultura moderna, sino con la idea de crear
ámbitos específicamente femeninos, preferentemente en el de la experimentación donde -aseveraba en sus
declaraciones-, las mujeres de su época podrían encontrar un futuro próspero
como investigadoras.
Perteneciente a la exigua LXXVIII promoción, con tan solo 19 ingenieros, igualmente está
considerada la primera enóloga española.
Colaboró con el padre fundador
de la microbiología enológica de España,
el que fuera vicepresidente del CSIC, el ingeniero agrónomo Juan Marcilla Arrazola, ampliando
Isabel junto a este, el estudio sobre la formación del velo por levaduras en
vinos andaluces de alta graduación. Un primer
estudio científico en la modalidad (el de Arrazola), que derivaría en la institucionalización de la especialidad y en el surgimiento de la Sociedad Española de Microbiología,
iniciando en Europa las investigaciones sobre transformación metabólica de los
azúcares del mosto de uva en el etanol del vino, a través de los procesos de
fermentación.
Llegando a participar en Congresos Internacionales de Ingeniería Rural, Isabel también
desempeñó su labor como vicetesorera
de la Asociación Nacional de Ingenieros
Agrónomos (ANIA).
Hay que destacar que, desde que Pilar Careaga y Basabe obtuviera el primer título de ingeniera industrial para una mujer en España, allá por el
año 1929, tuvieron que pasar 10 años
para que Isabel Torán alcanzara a ser la primera en conseguir una ingeniería superior, y prueba de la
dificultad de la hazaña es que solo 4 fueron las mujeres tituladas como ingenieras
en España hasta el año 1950. Además,
debieron añadirse otros 20 años más para
que tan solo 4 mujeres siguieran la
senda marcada por Isabel: Mercedes Aguado Marín (1951), Mª Carmen Nieto
Ostolaza (1957), Mercedes Soler Sanz (1959) y Mª Luisa Pérez-Soba y Baró
(1959).
De su carrera profesional, destaca su vocación por el servicio público, ya que ejerció como funcionaria del Estado ingresando en el
Cuerpo de Ingenieros Agrónomos del Estado el 1 de abril de 1942, ocupando
destino definitivo en la Jefatura
Agronómica de Madrid.
Fuentes
Anuario de Historia Económica y Social de España 2, 1969,
9-68. José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la
República y el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos.
Así saqueó el Imperio Romano el oro y la plata de Hispania
Inicios de la microbiología enológica gallega
La agricultura es el sector con más mujeres ingenieras
Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos (curso 1935-1936)
Las primeras ingenieras industriales
Mujeres en la Escuela de Agrónomos: las pioneras
Las primeras ingenieras de España: cuando era inconcebible la presencia de mujeres ingenieros
Fotos
Molinos de Campo de Criptana (imagen libre de derechos)